Silencios otorgados

En un renacer crepita la vida, y en vida: renaceré

Trabajar la destrucción. La rutina que mercantilizo debe dejar de producirse. Estoy acabado, este manto infeliz me da la respuesta a todo pero se traga las preguntas. El puré de las 2:30 se mantiene en la mesa una hora hasta que empiezo a comer y su sabor acude de nuevo, un escalofrío. Decía escribir, decía quererlo mucho y por qué no lo sé. Así es, hay una carne pellizcada por fantasmas, la retuercen y los miro... si me ven ellos a mí desaparecen. El contacto que dejan agrupa la existencia en la sombra que llevo. Con campanadas en un reino mágico la sonrisa aparece. Temo reírme de mí si consiento volatilizar las uñas de mis dedos y el pelo de mi cuerpo hasta que de mí se vaya esta sombra, el rastro adecuado para borrar mi paso.

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