Silencios otorgados

En un renacer crepita la vida, y en vida: renaceré

Un querer escapa

Contenía el rasguño de algún beso herido
mueca insospechable cortada
y caída en el torrente de los hombros.

Era jubiloso el tacto a mar
a menudo irradiante
en el alcance de los ojos dichosos.

Su valía era prometer la ruina alzada
verde sobre el río de la voz
el misterio se alzó en suspiro a tiro.

Vino siguiendo el cordel luminoso
atado en redondo a la nostalgia
¡Tanto infinito soñaba de dentro¡
Volvió a cortar
a un querer sus alas
¡Ay de él!
No sabe que un querer escapa

Polos risueños

He desatado esas respuestas sopladas
cadenas de mi aliento
en las que ha empezado el invierno
y vivir en ellas no dura demasiado tiempo.

Parece que aprendo
a emocionarme
a resistir nuevamente
a cojear con la mirada en la ventana
anhelo de mi causa perdida
trébol embarrado de agridulce encuentro.

Los días suben errantes
apuesto cuchillos en la lengua de la niebla
a que la noche viene
como las hormigas trabajan
a fijar en mí sus ojos de trapo.

Los estertores en los muebles del agua
traen las fotos a una orilla pasada
fingir la ternura acantilada
en el manantial correcto
evoca que lágrimas de arena
desengranen lo puesto.

Somos inconcebibles polos risueños
cauces sombríos donde la pena asoma
y unos hacemos teatro
otros rodean las minas sumergidas
no vaya a ser que vuelen los recuerdos
y seamos inconcebibles polos risueños

Maldecidos

Venía delante el cuerpo de la voz inundándose de viento,
los inevitables anclajes del silencio
se doraban en las ramas de los ojos,
hubo solo cielo;
parecía arder rojo y amenazado,
se aclamaba entre los vértigos
la búsqueda de globos quietos.

Hubo solo cielo
parecía arder rojo y amenazado,
no se dedicó a mirarse el sol
pues parecía creerse descubierto,
allí mecido por su sombra
nada pudo esconder su forma,
la vergüenza nació inerte.

Silencio

El silencio me besa la frente. Vengo a estirar este campo risueño en su joroba. Me encuentro embriagado por el soplido de las hojas, los esqueletos que juegan al escondite, el agua enmascarada adoctrinando un sol hundido.
Quieto. Sé moverme o eso creo. Puedo alentar las puntas de mis miedos a romperse bailando las cuerdas que me unen.
Confuso. Me pierdo sin huir los nervios en bandera. Camino y mis pies se desconocen, una razón en el andar quiebra el sentido de mis pasos.
Soy yo el que asfalta mis huellas, la calle mecida en los ojos y el encuentro submarino de las esquinas; vertientes en una demarcación rindiendo silencio.