Venía delante el cuerpo de la voz inundándose de viento,
los inevitables anclajes del silencio
se doraban en las ramas de los ojos,
hubo solo cielo;
parecía arder rojo y amenazado,
se aclamaba entre los vértigos
la búsqueda de globos quietos.
Hubo solo cielo
parecía arder rojo y amenazado,
no se dedicó a mirarse el sol
pues parecía creerse descubierto,
allí mecido por su sombra
nada pudo esconder su forma,
la vergüenza nació inerte.
los inevitables anclajes del silencio
se doraban en las ramas de los ojos,
hubo solo cielo;
parecía arder rojo y amenazado,
se aclamaba entre los vértigos
la búsqueda de globos quietos.
Hubo solo cielo
parecía arder rojo y amenazado,
no se dedicó a mirarse el sol
pues parecía creerse descubierto,
allí mecido por su sombra
nada pudo esconder su forma,
la vergüenza nació inerte.
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