Silencios otorgados

En un renacer crepita la vida, y en vida: renaceré

Maldecidos

Venía delante el cuerpo de la voz inundándose de viento,
los inevitables anclajes del silencio
se doraban en las ramas de los ojos,
hubo solo cielo;
parecía arder rojo y amenazado,
se aclamaba entre los vértigos
la búsqueda de globos quietos.

Hubo solo cielo
parecía arder rojo y amenazado,
no se dedicó a mirarse el sol
pues parecía creerse descubierto,
allí mecido por su sombra
nada pudo esconder su forma,
la vergüenza nació inerte.

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